Por Alba C.L
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10 de agosto de 2020
Con la llegada del buen tiempo, llegan también (y normalmente para quedarse por largos períodos) las espigas, que suelen ser un auténtico incordio para los perros, que se las llevan de recuerdo, y para sus compañeros humanos. Las espigas están diseñadas para quedar enganchadas en el pelo y cuerpo de los animales que pasan a su lado, y así ser transportadas hasta otro punto, donde eclosionan favoreciendo su propagación. Por su morfología, suelen quedar enganchadas en el pelo o incluso en nuestra ropa, abriéndose camino hacia delante y nunca hacia atrás. Por lo que retirarlas a tiempo es fundamental. ¿Cómo podemos detectarlas una vez que no son visibles?: · Heridas granulomatosas (en ocasiones con pus ) en espacio interdigital. · Sacudidas y ladeos de cabeza en el caso de alojarse en los oídos. · Bultos en otras localizaciones cutáneas a causa de la infección generada. · Estornudos, secreciones purulentas por uno de los orificios nasales ( si ha entrado por esa vía). · Conjuntivitis, parpadeo, lagrimeo etc en el caso de encontrarse en alguno de los ojos. ¿Cómo actuamos?: En este caso la mejor solución es la prevención. Debemos evitar zonas de hierba seca, recién podada y con gran cantidad de espigas. Siempre después de los paseos revisar orejas, patas y pelaje en busca de las mismas, para retirarlas antes de que se claven y desaparezcan de nuestro acceso. Si comienza a estar clavada podemos ayudarnos de unas pinzas, pero una vez ha generado la herida o se ha introducido en ojo y oídos, se debe acudir al veterinario con la mayor brevedad.